Ya promediando las vacaciones, la semana pasada mis hijas me dijeron: “Si no vamos a la colonia ¿qué vamos hacer?” Y ahí caí en la cuenta de lo mal que estaba haciendo las cosas. Ese comentario me hizo reflexionar que siempre, siempre, las estoy llevando y trayendo para que “hagan” actividades, desde chiquitas, para que estén entretenidas para que aprovechen al máximo todo. Pareciera que aburrirse no es una opción y creo que ni saben qué es. ¿En dónde quedaron las vacaciones donde el tiempo no pasaba y lo único que quería era que comenzaran las clases? Y ahora ya de adulta ¿qué tiempo dedico a no hacer “nada”? Entonces, ¿cómo me ven ellas si siempre estoy trabajando, yendo y viniendo, estando con ellas y mirando el celu y trabajando al mismo tiempo y de paso respondo el WhatsApp, lavo los platos y me ocupo de algo de la casa. ¿Qué tiempo le dedico a mirarlas simplemente? ¿Qué tiempo me doy para vivir? Y cuando paro, me doy cuenta de cómo pasa el tiempo, de cuán grande están, que todo pasa tan rápido y caigo en la cuenta que las pequeñas cosas son las que importan, es aquello que te emociona, una caricia, un beso, una risa, aquello que te hace sentir. Que no te pase la vida sin vivirla, hoy, comenzá a vivir todo aquello que te queres llevar.
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