El caso de los chicos Tailandeses atrapados en la cueva, me tuvo mal hasta que gracias a Dios y a la espiritualidad -que para mi es lo mismo- todos salieron vivos excepto un voluntario que dio su vida por este rescate.
El entrenador, que para nosotros los argentinos, hubiese sido el máximo responsable y al que todos hubiésemos culpados, fue quien los mantuvo con vida gracias a las prácticas de la meditación. El entrenador les enseño a meditar, a cuidar su energía y a entender que, si haces bien, recibes bien, tal como lo decía Buda. El entrenador -ni maestro ni profesor- el entrenador que los entrenó en la espiritualidad- les enseño a que se focalicen en ellos tal como lo hizo Tailandia entera, sin buscar culpables, todos, se enfocaron en el rescate.
Estoy convencida que la espiritualidad, tanto como la fe, no son actos divinos, son actos de la voluntad. Y si uno quiere lo mejor de sí mismo, el resultado llega tal como los 12 chicos en Tailandia. ¿Qué los hubiese mantenido vivos y focalizados sino es la espiritualidad y un guía que los proteja y les brinde esperanza? En una gran oscuridad, solo las estrellas brillan y ahí es donde nos damos cuenta que todos estamos hechos de estrellas llenas de luz.
Una vez escuché que “Somos seres espirituales que vivimos experiencias humanas” y que, si desarrollas tu parte más espiritual, podes vivir con libertad, te permite estar focalizado, te conecta con vos y desde ahí te conecta con los demás y sobre todo, podes salir de la oscuridad tal como pasó en esa cueva con 12 chicos que lograron superar el encierro, el ahogo, para salir finalmente a la luz.